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Guerra contra Colombia

Dernière mise à jour : 10 mai 2021






Guerra contra Colombia José F. Lafaurie

Mayo 09, 2021 - 04:46 PM

¿Por qué unos encapuchados destruyeron el peaje entre Madrid y Facatativá, bloqueando el acceso a Bogotá? ¿Por qué los bloqueos en la autopista a Medellín, también al occidente?, ¿Y por el norte en Gachancipá y Tocancipá?, ¿Y en Soacha y Sibaté por el sur? ¿Y al oriente en La Calera y Guasca, y en la vía que conecta a Zipaquirá con Chía y la capital? ¿Son acaso reacciones espontáneas de algunos lugareños? No. Son acciones terroristas, delitos, señalados en un mapa para acorralar a Bogotá; y a Cali, donde no hay gasolina ni víveres en las tiendas; y a Medellín, Bucaramanga, Neiva, Tunja y otras capitales. Ingenuo pensar que es casual semejante ataque combinado. Ya sucedió en Chile en 2019-2020, y en toda Latinoamérica, que va y viene entre la cordura y el Socialismo del siglo XXI. Colombia, a pesar de sus problemas, es un símbolo de estabilidad en la región frente al caos de la vecindad…y vaya que le tienen ganas. No es gratuita la amenaza vociferante de Diosdado: “la guerra a Colombia la hacemos en su territorio”. Es la guerra del narcoterrorismo de izquierda, concebida en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, apoyada por Maduro desde afuera y liderada desde adentro por Petro, con la izquierda dizque democrática, incluidos los asesinos, secuestradores y reclutadores de niños que hoy están en el Congreso, y sectores políticos que anteponen sus odios e intereses electorales, al cese de la violencia y la búsqueda de consensos. Que nadie se engañe, es una guerra contra Colombia bajo el modelo de la revolución molecular disipada, del que la izquierda se burla para descalificar la verdad y aplicar su estrategia de la inversión revolucionaria de la realidad, para mostrarle al pueblo lo que les interesa y esconderle lo que no; para convencerlo de que está más mal de lo que realmente está, y para eso la pandemia es ocasión de oro; y de que su gobierno no sirve y, en consecuencia, hay que cambiarlo. ¿Cómo lo hacen? Lo estamos viendo. Cortando el “flujo de normalidad” y haciéndoles la vida imposible a los más pobres que dicen defender; destruyendo la infraestructura de transporte, bloqueando el ingreso de alimentos, atemorizando con saqueos e incendios, y sosteniendo esa violencia, día tras día, hasta el copamiento del Gobierno y la fuerza pública. Por eso acorralan ciudades; destruyen, asaltan, y atacan a la Fuerza Pública, para obligarla a reaccionar y luego incriminarla. Por eso, como movidos con precisión por el titiritero -adivinen quién-, protestan al tiempo los camioneros por los peajes, los taxistas contra la competencia, los maestros contra la alternancia, los estudiantes por todo, y las mingas por el Descubrimiento y la Conquista. Cuando empezaba a escribir estas líneas, martes 4 de mayo, recibía imágenes de disturbios, de buses vandalizados y de una veintena de CAI destruidos e incendiados, incluso con policías adentro. Eran las 10:30 p.m. y la violencia seguía. Y la violencia siguió el jueves 6 y el viernes 7, cuando pongo punto final a esta nota, aunque la reforma tributaria se retiró y el ministro renunció. ¿Por qué, si el presidente abrió también el diálogo que exigían, el envalentonado Comité Nacional del Paro persiste en las marchas? ¿Por qué no hay tregua siquiera? ¿Por qué ahora exigen retirar la reforma de la salud, acabar el Esmad, acuartelar la Policía y hasta un mínimo mensual a diez millones de colombianos? Porque hay que pedir lo imposible, destruir el progreso, sembrar el odio y matar la esperanza. Esta guerra, queridos lectores, no es ningún chiste. @jflafaurie




Escuchar este artículo Columna de Cristina Plazas Escribo esta columna sintiendo mucha angustia, incertidumbre y desesperanza. Lo que ha pasado en la última semana es aterrador. Son varias las reflexiones que me dejan estas noches negras de caos y violencia. Todavía no puedo creer que estemos en medio de un paro en la crisis social y económica más grande de la historia reciente. Las cifras del DANE son alarmantes; las afectaciones que trajo el virus hicieron que Colombia retrocediera casi una década en la lucha contra la pobreza. En total, más de 21,02 millones de personas viven en condiciones de pobreza y 7,47 millones en pobreza extrema. Muchos creíamos que la pandemia iba a unirnos como país, que los gobernantes y políticos remarían para un mismo lado sin importar si eran de izquierda, centro o derecha; pero desafortunadamente, carecemos de liderazgos positivos y de grandeza en nuestros gobernantes. Llevamos más de un año en pandemia y aún no se ha creado una mesa con todas las fuerzas políticas que concilien las reformas necesarias para salir del hueco en el que estamos. Cómo sería de distinta la historia si la reforma tributaria hubiese salido de esta mesa y no de la oficina del arrogante exministro Carrasquilla que desde el principio puso en jaque al gobierno por creerse omnipotente. Hoy estamos en manos de un comité del paro, que nadie sabe quiénes son, ni quién los eligió ni mucho menos a quién representan, pero que tienen el poder de paralizar la economía del país; porque hasta ahora nunca han tenido consecuencias penales ni pecunarias los bloqueos que realizan. El día que las tengan la historia será otra. Analizando el pliego, una de las exigencias es que los niños no regresen a la escuela, por los riesgos de la pandemia. Señores, llevan 10 días en la calle con miles de personas y ahora nos van a decir que le temen al COVID. No sean descarados. El gobierno no puede ceder ante esto ya que estaría violando el derecho de millones de niños y jóvenes que a la fecha llevan más de un año sin estudiar. Adicionalmente, el diario La República calculó que el costo fiscal aproximado de 3 de los puntos del pliego sería de $81,5 billones, una cifra que es más de cinco veces el recaudo que se buscaría con el nuevo articulado de la reforma tributaria. Por supuesto que, en el mundo ideal, todos quisiéramos que los colombianos tuvieran una renta básica de al menos un salario mínimo, pero no existen los recursos para hacerlo. Lo cierto es que si se quiere que esto sea una realidad se debe incentivar a la empresa privada y no ahuyentar la inversión extranjera, quebrar a las pymes y a las grandes empresas que son las que generan empleo. ¿Cuánto más tendremos que esperar para que se levante el paro? bloquear las carreteras, no dejar pasar a los enfermos ni la comida no es un derecho fundamental. ¡Esto es un delito! Colombia entera debe rechazarlo y exigir que se levante. Autor Cristina Plazas Este artículo obedece a la opinión del columnista. Vanguardia Liberal no responde por los puntos de vista que allí se expresen.








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