El hombre percibe el tiempo de dos maneras. La primera es la perspectiva, cuando estimamos el tiempo anterior a un evento que debería ocurrir en el futuro, y la retrospectiva. El sentido del tiempo también está influenciado por lo que estamos haciendo en ese momento y lo que sentimos. Cualquier actividad nueva acelera la percepción del tiempo en el momento de la acción, pero en retrospectiva, el tiempo dedicado a ella parecerá más largo.
La razón es que nuestro cerebro solo “graba” eventos nuevos, no repetitivos. Nuestro juicio del pasado se basa en el número de nuevos recuerdos. Cuantas más cosas nuevas hagas en vacaciones, más largas te parecerán después.
El mismo fenómeno explica por qué el tiempo se alarga tanto en la infancia. Hacemos la mayoría de los descubrimientos sobre el mundo que nos rodea y sobre nosotros mismos en la infancia y la adolescencia temprana, por lo que, en retrospectiva, al cerebro le parece que todos los momentos más largos. Puede ralentizar el paso del tiempo obteniendo nuevas experiencias, conociendo gente nueva y adquiriendo nuevas habilidades.
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